Geografia en el Renacimiento y desarrollos nauticos

            El siglo XV fue testigo de una constante expansión de la tierra conocida y, a su vez, de un desarrollo intelectual en el campo de la geografía que excedió la mera descripción física de los espacios para abundar también en los aspectos cartográficos.

            Los viajes de exploración despertaron de su letargo de siglos el interés por la geografía; la cartografía, de la mano del conocimiento empírico, experimentó un impulso y un desarrollo formidable. Los mapas del siguiente período, ya en el siglo XVI, se convertirían en representaciones detalladas del medio en el que se desarrollaba la actividad humana. Además de señalar los accidentes geográficos, ilustraron los ambientes, el contenido de los espacios, las formas de vida animales y vegetales y los aspectos diferenciales de los grupos humanos que habitaban los territorios; realizando, en definitiva, un retrato integral del hábitat de las zonas descritas.

            La explosión de la geografía en el renacimiento viene de la mano de Portugal y del reino de Castilla (actual España). Luego de librarse de la ocupación islámica. De este modo pudieron invertir recursos en la exploración de nuevas tierras y así comercializar nuevos productos.  Buscando nuevas rutas, dado que los árabes habían ocupado la ruta terrestre hacia Asia, estos reinos debieron realizar expediciones ultramarinas. Portugal se embarco radiando la costa africana. Al llegar a Mali, principal reino del África Negra con gran cantidad de minas de oro, construyen fortalezas. Luego siguen avanzando hacia el sur hasta encontrar en Cabo Buena Esperanza el paso hacia el Océano Indicó

              Aún hubo algunos altercados menores con Castilla por el dominio en el Atlántico que se resolvieron cuando tras la guerra de sucesión castellana de 1474 entre los partidarios de la infanta Isabel de castilla y los de Juana la Beltraneja ,entre los que se encontraba el rey de Portugal, se firmó el tratado de Alcaçovas, en el que se confirmaba a Isabel como reina de Castilla pero ratificando para Portugal el derecho al monopolio comercial al sur del cabo Bojador, con lo cual se cerraba el paso a cualquier intento de expansión africana de Castilla más allá de las Islas Canarias.

         Por lo que obligo a España a tener que buscar la ruta hacia las indias por occidente. Esto resulto en el descubrimiento para Europa de lo que luego se llamaría América.

          Mas fue necesario que a esos estímulos humanos se les unieran un desarrollo científico de los estudios geográficos y unos descubrimientos técnicos de gran valor para la navegación: se desarrolló en gran medida la cartografía, con la realización de cada vez más precisos portulanos (mapas que detallaban las costas) y cartas marinas (que indicaban las corrientes), así como un mayor conocimiento del Sol y las estrellas para orientarse; la brújula y el astrolabio, empleados a partir del siglo XV, fueron de suma importancia para la navegación; se idearon dos nuevos tipos de naves, la nao y la carabela, más adecuadas para la navegación en alta mar que las hasta entonces utilizadas para el comercio galeras.

Los geógrafos del Renacimiento

           El alud de descubrimientos se vio acompañado por una auténtica revolución de la ciencia y los conocimientos geográficos. Aunque los reyes portugueses y españoles trataron de guardar en el más sigiloso secreto cada nuevo hallazgo de una isla o de un territorio, los cartógrafos no cesaban de producir nuevos mapas, que debían ser modificados y corregidos continuamente. Cabe citar, así, la tabla de Peutinger, itinerario antiguo de las vías de comunicación del imperio romano, con interesantes anotaciones hidrográficas y de relieve. Se trataba de una carta del siglo IV que fue hallada en 1507 por el humanista alemán Konrad Peutinger. También de 1507 data la edición del Atlante de Tolomeo, al que acompañaba la Cosmographiae introductio, en la que el cartógrafo alemán M. Walseemuller denominaba por primera vez al nuevo continente con el nombre de América, en honor de Americo Vespucio, a través de cuyos viajes quedó demostrado que el Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón era efectivamente un nuevo continente. Además de esta publicación cartográfica, cabe destacar también el mapa de Juan de la Cosa, primero de tierras americanas (1500), junto con otros posteriores y más perfeccionados como los de Pedro Mártir de Angleria y Diego Ribeiro. Cabe reseñar así mismo la escuela de Mallorca, principal centro cartográfico del Viejo Mundo durante el Renacimiento.

              Destacados geógrafos del siglo XVI fueron, entre otros, Abraham Ortelius (1527-1598), al que se debe el primer atlas, y el flamenco Mercator (Gerard Kremer) (1512-1594), autor de un mapa para uso d enavegantes y de la proyección cilíndrica. Los intentos de medir el meridiano los inició el francés Jean Fernel en 1528. La primera medición exacta la realizó Jean Picarde en 1670. La primera geografía científica es obra del holandés Bernardo Varenio (1622-1650), cuya Geographia generalis fue durante más de un siglo la preferida por los hombres de ciencia. Varenio dividió por primera vez la geografía en orografía, oceanografía, climatología, geografía matemática, geografía física y geografía humana. El método de Varenio anticipaba el nacimiento, en el siglo siguiente, de la geografía moderna. Los futuros geógrafos también se basaron en los descubrimientos realizados durante el siglo XVII en el ámbito de las ciencias naturales por Leibnitz, Pascal, Newton, Buffon, Hutton, Delue y otros.

Pirrus de Noha (1414)
Andrea Bianco (1432)

           Entre los inventos que hicieron posible este desarrollo encontramos: las cartas nauticas, la brujula, el astrolabio y las carabelas.

Las Carabelas

          En una época en la que el comercio marítimo era la principal fuente de acceso al lujo y a la riqueza, la rentabilidad de los negocios exigía que el transporte por mar se hiciera en cargamentos grandes, capaces de absorber el coste de los fletes y también de neutralizar las frecuentes pérdidas que se producían en las travesías a causa de los naufragios, los conflictos bélicos, la piratería o las actividades corsarias. A principio de la Edad Moderna era tal la demanda de mercaderías que los mismos comerciantes, a fin de dinamizar y proteger su negocio, optaron por hacerse armadores e invertir parte de sus beneficios en construir barcos cada vez más grandes, rápidos y seguros.

       Capacidad, seguridad y velocidad eran las cualidades exigidas a las embarcaciones destinadas al transporte de mercancías. Estas cualidades no se daban fácilmente en un mismo tipo de navío; cada momento y cada proyecto requería un esfuerzo de conciliación entre la tecnología y la experiencia náutica a fin de conseguir la embarcación capaz de alcanzar con éxito el objetivo. En el siglo XV, aventurarse a navegar por el océano abierto, era todo menos seguro y para conseguirlo fue imprescindible dar un vuelco a los sistemas tradicionales de navegación.

           En el umbral del siglo XV, las naves que surcaban el Mediterráneo cubrían trayectos cortos en un mar relativamente tranquilo, siguiendo derroteros cercanos a la costa. Eran ligeras y muy maniobrables. Tenían quilla y timón central, enarbolaban uno o dos palos y portaban brújula para orientarse y cartas náuticas para trazar los rumbos. La vela latina que aparejaban permitía navegar en ángulos de hasta 45º contra el viento, pudiendo navegar en casi cualquier circunstancia meteorológica; pero eran embarcaciones diseñadas para trayectos cortos en los que se llegaba a puerto casi cada día y no estaban preparadas para los largos recorridos que requería la navegación de altura.

               Los barcos que en las mismas fechas recorrían la costa atlántica entre África y los puertos del norte de Europa, eran robustos y enarbolaban grandes velas cuadradas. Eran veleros muy resistentes, adecuados para viajes largos y navegación de altura. Pero el tipo de aparejo que utilizaban no servía para navegar contra el viento en ángulos inferiores a los 90º, razón por la que era demasiado aventurado viajar más al sur de las Canarias y sobrepasar el trópico arriesgándose a perder los vientos del Suroeste, sin cuyo impulso regresar a casa era sólo cuestión de suerte.

              La gran revolución náutica nació de la síntesis de estos dos tipos de embarcación y recibió el nombre de Carabela. Fue un invento genuinamente portugués y su uso se generalizó a lo largo del siglo XV siendo ésta la nave que protagonizó los viajes de exploración y descubrimiento. Se construyeron de dos tipos. La carabela latina era de casco estrecho y poco tonelaje, ligera y muy manejable. Generalmente enarbolaba dos mástiles, a veces tres, y usaba vela latina. La carabela redonda era más grande y robusta, llevaba dos, tres y hasta cuatro mástiles y combinaba la vela cuadrada en proa con la triangular en el resto del aparejo.

Carabela Santa Maria

La Brújula

              La primera brújula de navegación práctica fue inventada por un armero de Positano  (Italia), Flavio Gioja, entre los siglos  XIV y XV. Él fue quien la perfeccionó  suspendiendo la aguja sobre una púa de forma similar a la que actualmente conserva. Y la encerró en una cajita con tapa de vidrio. Más tarde apareció la «rosa de los vientos», un disco con marcas de divisiones de grados y subdivisiones, que señalaba 32 direcciones celestes, y que fue la brújula marina que se utilizó hasta fines del siglo XIX.

 

 

Fuentes:

http://datogeografico.bravehost.com/Geograf/GEOGREN.HTM

http://claudiaarandageo.blogspot.com/2009/03/cartografia-del-renacimiento.html

http://descubrimientosgeo.blogspot.com/

http://www.educar.org/inventos/brujula.asp

http://valdeperrillos.com/books/cartografia-historia-mapas-antiguos/cartografia-del-renacimiento-caminos-mundo-nuevo

http://educador_13.espacioblog.com/post/2006/06/12/el-renacimiento-y-descubrimientos-geograficos

 

Autor:  Santi Bramuglia

de historiaquintob Publicado en Ciencia

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